Improvisación total como lenguaje sonoro.
En un mundo donde la música se ha estandarizado y digitalizado hasta extremos casi irreconocibles, existe un refugio de autenticidad y caos controlado: los sintetizadores modulares. Estos dispositivos, llenos de potenciómetros, cables y módulos de formas y funciones diversas, representan la máxima expresión de la libertad sonora.
Entre el caos y el cosmos
Los sintetizadores modulares permiten una exploración sonora que va más allá de cualquier limitación prefijada. Cada módulo es una pieza de un rompecabezas que nunca se completa, y eso es precisamente lo que hace que cada interpretación y experimentación sea única. Esta filosofía de circuito abierto remite a prácticas artísticas como el ready-made de Marcel Duchamp o la música aleatoria de John Cage.
La vuelta a lo tangible
En una era dominada por lo digital, el compromiso físico con los sintetizadores modulares devuelve un sentido de materialidad olvidado. En este contexto se encuentran los artistas como Suzanne Ciani, cuyos paisajes sonoros evocan océanos de sonido cuidadosamente esculpidos a través de estos instrumentos. La conexión entre el ejecutante y el sintetizador es un regreso al arte como un acto físico y visceral.
Síntesis como improvisación y lenguaje
La naturaleza misma del sintetizador modular descarta guiones definidos; cada conexión es una desviación de un camino predecible. Esto se convierte en una metáfora potente para la vida y el arte, siempre en proceso, siempre evolucionando. El lenguaje musical que surge de estos dispositivos es tan cambiante como el intérprete lo permita y es una metáfora del flujo constante de la vida.

