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Bailar sobre ruinas líquidas: el delirio animado de Aeon Flux

Bailar sobre ruinas líquidas: el delirio animado de Aeon Flux
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Bailar sobre ruinas líquidas: el delirio animado de Aeon Flux

Cuando la distopía se convertía en coreografía mutante y el cyberpunk no pedía permiso para ser sucio, erótico e incomprensible.

I. Anatomía del desorden

Emitida en la MTV a mediados de los 90, Aeon Flux fue una anomalía luminosa dentro del ruido. Creación del visionario animador Peter Chung, esta serie se deslizaba entre balas, orgasmos, fluidos y traiciones sin detenerse a explicarse. Cada episodio era una coreografía del caos, una danza de cuerpos hiperlargos que desafiaban las leyes físicas y narrativas. No había guiones convencionales, no había diálogos muchas veces, y, sin embargo, todo era intensamente simbólico, como un cómic de Moebius tatuado en la piel de una pesadilla biotecnológica.

II. Flux = Entropía

Aeon, la protagonista (¿heroína?, ¿terrorista?, ¿fetiche sadomasoquista posmoderno?), se infiltra en la ciudad-estado de Bregna, gobernada por Trevor Goodchild, su amante y antagonista. La historia —si se le puede llamar así— es un bucle de muerte y deseo, donde Aeon muere y revive episodio tras episodio. La lógica aquí no es lineal: es orgánica, pulsional, casi freudiana. Como si David Cronenberg reescribiera Ghost in the Shell en una noche de insomnio y absenta.

Detrás de la forma hay una crítica. A la vigilancia, al biopoder, a los gobiernos que colonizan los cuerpos. Pero también a la televisión misma, que en los 90 se abría a formatos menos domesticados. Aeon Flux fue parte de Liquid Television, aquel contenedor maldito de animaciones experimentales, donde también nació Beavis and Butt-Head. Pero mientras esos escupían humor, Aeon Flux exudaba erotismo enfermizo y política degenerada.

III. El cuerpo como campo de batalla

Chung entendía el cuerpo como símbolo, pero también como herramienta narrativa. Los gestos exagerados, los labios como cuchillas, las piernas que se enrollan como cables de datos… Todo en Aeon es sexual sin ser pornográfico, violento sin ser explícito, místico sin religión. Las escenas parecen más bien instalaciones vivientes, performances animadas que recuerdan el trabajo de Marina Abramović o Matthew Barney.

La estética de Aeon Flux conecta con el cómic europeo de Métal Hurlant, el cine de animación checo y la moda fetish de los 90. Pero sobre todo, anticipa el giro oscuro del cyberpunk post-Matrix. Una sensibilidad que luego veremos en videojuegos como Perfect Dark, Deus Ex o Control. Lo grotesco como belleza, lo indescifrable como ética.

IV. El legado que no fue

En 2005, Hollywood cometió el error de adaptar Aeon Flux al cine. El resultado fue un producto plano, plastificado, sin alma ni vértigo. Como si alguien intentara convertir una droga alucinógena en un refresco dietético. La película ignoró lo que hacía única a la serie: su incomodidad. Su capacidad de no complacer.

Y, sin embargo, Aeon Flux ha sobrevivido como mito subterráneo. Como esos VHS mal grabados que pasaban de mano en mano. Como un virus visual. En un mundo de series clónicas, su mera existencia es resistencia.

V. ¿Qué queda?

Queda el eco de una lengua imposible. La promesa de que la animación puede ser puro delirio político. Que una mujer animada puede morir mil veces sin dejar de ser libre. Que el underground puede colarse por la rendija de una cadena mainstream… y explotar desde dentro.

Referencias

Para más información, puedes visitar la página de Wikipedia de Æon Flux y ver el primer episodio en YouTube.