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La Bat-lujuria cromada: el coche más sexy del apocalipsis pop

La Bat-lujuria cromada: el coche más sexy del apocalipsis pop
Categories Éxtasis Extravagancia

La Bat-lujuria cromada: el coche más sexy del apocalipsis pop

El Batmóvil de 1966: entre la fiebre nuclear, los sueños ácidos y el deseo de velocidad

Un rugido en Technicolor

Antes de que Gotham se volviera gótica y los superhéroes se tiñeran de trauma, hubo un rugido. Un rugido barnizado en negro mate y delineado con rojo incandescente. Era el rugido de la serie de Batman de 1966, y más aún, el del Batmóvil: un coche que parecía haber salido directamente de una exposición psicodélica de Detroit con destino a la estratósfera.

El Batcoche no era solo un vehículo. Era una fantasía propulsada por gasolina y testosterona kitsch. Su silueta parecía un murciélago mutante cruzado con un tiburón de aletas pop-art. ¿Qué representaba realmente este coche? ¿Un capricho tecnológico? ¿Una broma con ruedas? ¿Un símbolo fálico disfrazado de juguete?

El Lincoln Futura que soñó con ser Dios

La historia comienza con un concepto automovilístico creado en 1955: el Lincoln Futura, una criatura de laboratorio nacida en la Ford Motor Company y diseñada por Bill Schmidt, claramente bajo los efectos de la carrera espacial y la paranoia nuclear. Era un coche imposible, demasiado extravagante incluso para las autopistas norteamericanas.

Hasta que llegó George Barris, un customizador de Hollywood que entendió el valor de lo inservible: en solo tres semanas, transformó el Lincoln en el Batmóvil. Lo que en otros contextos habría sido un fracaso de diseño, aquí se convirtió en vehículo mitológico. No hay ironía en el Batmóvil del 66: hay exceso, y en el exceso, una forma de verdad.

Artefacto cultural entre la libido y la risa

El Batmóvil de Adam West está a medio camino entre el juguete y el fetiche. No tiene la agresividad bélica de los Batmóviles post-Nolan, ni la sobriedad del de Tim Burton. Este es pura fiesta. Pop hasta el delirio. Se burla de la seriedad del héroe, lo desacraliza, lo pinta de neón y le pone una sirena.

En ese sentido, el coche es tan importante como el propio Batman. ¿Quién no soñó con subirse a ese artefacto sexual con alas de murciélago? ¿Quién no deseó apretar un botón con la etiqueta “Bat-rayos X”? La ironía se mezcla con el deseo. El coche es, al mismo tiempo, un chiste y un objeto de deseo.

Entre el diseño espacial, el camp y el punk proto-televisivo

Como diría Susan Sontag, el Batmóvil del 66 es puro camp: exagerado, exuberante, deliberadamente artificial. Pero también prefigura algo más oscuro: el deseo de la máquina como cuerpo, como prótesis de poder. J.G. Ballard habría estado fascinado con su erotismo vehicular.

El coche se presenta como una prolongación de un superhombre ridículo. Una especie de transformación del hombre-murciélago en máquina-murciélago. ¿No es eso lo que buscaba Cronenberg en Crash? ¿No es eso lo que Kubrick intuía en 2001 con HAL 9000?

El eco cultural: de vaporwave a memes neoretro

Hoy, el Batmóvil de 1966 no muere. Está vivo en las cuentas de Instagram retro, en las remezclas vaporwave, en los memes de estética glitch, en las camisetas irónicas. El coche se ha transformado en un tótem: un símbolo del deseo infantil que sobrevive a la adultez cínica.

Mientras otros Batmóviles intentan ser funcionales, este sigue siendo un enigma. Porque no sirve para combatir el crimen. Sirve para soñar despierto. Y en ese sentido, es más valioso que cualquier tanque con ruedas.

Conclusión: De vuelta al pasado que nunca fue

El Batmóvil de 1966 es una cápsula del tiempo que nunca existió, una distopía optimista con tubos de escape. No nos lleva al futuro: nos devuelve a una infancia que quizás nunca tuvimos. Es la promesa de una tecnología absurda, de un héroe en mallas que ríe, de un mundo donde los peligros son coloridos y la muerte lleva antifaz.

Y quizás, solo quizás, eso es lo que más necesitamos ahora.

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