Metronomy siempre ha habitado esa zona liminal donde el pop se retuerce sobre sí mismo y se convierte en un artefacto extraño. Nacido como proyecto solitario de Joseph Mount en su habitación de Devon a principios de los 2000, pasó de programar beats minimalistas en su ordenador a levantar una banda que acabaría reescribiendo las reglas de lo que significaba ser indie electrónico. Nunca fueron del todo mainstream, aunque se colaron en festivales gigantes. Tampoco fueron del todo underground, aunque sus primeros discos parecían más cercanos a un fanzine de bedroom producers que a la radio comercial.
Jean Rollin y el erotismo psicodélico de sus vampiras perdidas
Un viaje alucinante hacia el corazón oculto del cine de terror europeo.
En un rincón nebuloso de la historia del cine, donde lo onírico se encuentra con lo erótico, acecha la obra de un director que parece haber llegado al celuloide siguiendo un mapa estelar del subconsciente colectivo: Jean Rollin. Este maestro del horror solo tiene rivalidad en su capacidad para evocar una atmósfera que desafía tanto la lógica como la narrativa convencional. Su cine, una fusión embriagadora de belleza y terror, es un universo donde las vampiras perdidas danzan bajo lunas psicodélicas mientras las melodías etéreas crean un ritmo de místico trance.
Akira Yamaoka y el diseño sonoro de Silent Hill
Ruido, industrial y melancolía en loops infernales. Al poner un pie en el pueblo de Silent Hill, un escalofrío nos envuelve, incluso antes de que una niebla repentina tiña el aire, o que la radio rompa el silencio con su estático presagio. Pero es esencialmente el sonido perturbador, el tejido auditivo creado por Akira Yamaoka, lo que realmente sumerge al jugador en este mundo de pesadilla. Yamaoka, uno de los compositores más influyentes en el ámbito del diseño sonoro para videojuegos, logró insertar al jugador en un laberinto emocional y perturbador no con melodías convencionales, sino con un tapiz sónico que se nutre de caos, disonancia y una belleza oscura.
La cámara subjetiva en ‘Enter the Void’ de Gaspar Noé
Narración a través de ojos flotantes, drogas y muerte. Una exploración a las fronteras del cine, donde la subjetividad catártica se convierte en protagonista.
El corto ‘Six Men Getting Sick’ de David Lynch: el vómito como arte inaugural
La primera pieza audiovisual de Lynch, una animación de vómitos en bucle que lo definió todo.
El videoclip ‘Black Star’ de Bowie: un mensaje desde el otro lado
Cómo David Bowie construyó su testamento en clave esotérica.
Corte sangriento, alma rota: Ichi the Killer o el sadomasoquismo como tragedia
Cuando Ichi the Killer (Koroshiya 1, 2001) se estrenó en festivales internacionales, las reacciones oscilaron entre la fascinación y el desmayo. En Toronto, repartieron bolsas para vómito como parte del «merchandising». En Rotterdam, hubo espectadores que abandonaron la sala. Pero el director Takeshi Miike —infame artesano de extremos como Audition o Visitor Q— nunca buscó agradar. Buscaba impactar, incomodar… y mostrar que en la herida hay belleza, aunque sea degenerada.
Balas, saxofones y redención: Hard Boiled, el réquiem ultraviolento de John Woo
Cuando las balas caen como lluvia y la cámara baila con la muerte, Hard Boiled deja de ser cine de acción para convertirse en una ópera sangrienta sobre la lealtad, la pérdida y el sacrificio. El tiroteo final no es una escena: es una sinfonía.
‘Memories’ de Katsuhiro Otomo: tres relatos, una misma pesadilla
Antología brutal dirigida por los titanes del anime. En el vasto océano del anime, existen contados proyectos que, con el tiempo, se convierten en verdaderos faros de culto. Uno de ellos es, sin duda, ‘Memories’, una antología animada que emerge de la mente inquieta y visionaria de Katsuhiro Otomo. Este autor, conocido por su aclamado trabajo en ‘Akira’, reúne tres historias independientes en un solo largometraje que exploran las dimensiones sombrías y alucinantes del ser humano.
El arte de los circuitos abiertos en los sintetizadores modulares
Improvisación total como lenguaje sonoro.
En un mundo donde la música se ha estandarizado y digitalizado hasta extremos casi irreconocibles, existe un refugio de autenticidad y caos controlado: los sintetizadores modulares. Estos dispositivos, llenos de potenciómetros, cables y módulos de formas y funciones diversas, representan la máxima expresión de la libertad sonora.
